Hace 10 años, la industria de los insectos comestibles no existía en México hasta que los biólogos Ivonne Márquez y Humberto Lanz (experto en fisiología de insectos) comenzaron a criarlos en su propia granja, ubicada en Cuernavaca, Morelos.
La idea era ponerlos a disposición de las personas en cualquier momento, sin que tuvieran que esperar a una temporada específica para su recolección.
La granja es hoy un negocio que se llama Optiprot. Se dedica a la producción de proteína en polvo que se comercializa vía on line.
El objetivo con esta empresa es contribuir a solucionar el problema de inseguridad alimentaria, que surge cuando un ser humano no puede comprar suficientes alimentos nutritivos para su salud.
En 2013, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), publicó un documento asegurando que los insectos comestibles son una de las soluciones a los problemas alimentarios del mundo.
“Al leer el informe de la FAO vimos que estábamos en lo correcto. En ese entonces fuimos los primeros en tener una granja”. La industria de los insectos comestibles está en pañales, pero cada vez hay más áreas de oportunidad. Investigaciones recientes señalan que también hay aplicaciones en la cosmética, farmacéutica, la industria energética (plásticos, biodegradables) y en el sector agropecuario con biofertilizantes, por ejemplo, explica Ivonne, cofundadora y directora general de Optiprot.
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