El silencio también puede ser un grito. Hoy, en la frontera sur de Estados Unidos, la vigilancia no suena como helicópteros ni luce como torres con sensores. La nueva cara del control migratorio se esconde en algoritmos, satélites, inteligencia artificial y datos en tiempo real. El país ha empezado a utilizar tecnologías opacas para rastrear y predecir movimientos de personas migrantes sin que estas lo sepan.
Los dispositivos de rastreo tradicionales, como los grilletes electrónicos, ya fueron reemplazados por soluciones invisibles. Desde 2023, agencias como ICE y CBP han incorporado herramientas predictivas que combinan imágenes satelitales con datos biométricos y análisis de comportamiento.
La empresa Anduril, fundada por un ex ejecutivo de Oculus, suministra parte de estas soluciones. Su software Lattice integra múltiples fuentes de vigilancia y coordina acciones automáticas de monitoreo, todo sin requerir intervención humana directa.
Vigilancia predictiva: privacidad en jaque
La nueva tecnología no solo observa. Predice. Analiza el terreno, calcula rutas posibles y, con modelos de aprendizaje automático, anticipa dónde cruzarán los migrantes. Aunque suene futurista, ya está operando. Esto no solo modifica el enfoque de seguridad fronteriza, también plantea cuestionamientos sobre privacidad y derechos civiles. El hecho de que estas herramientas funcionen de forma autónoma limita el acceso público a información sobre su alcance, efectividad o supervisión.
A diferencia de estrategias pasadas, estas herramientas se instalan en lo cotidiano: smartphones, redes sociales, sistemas de transporte. No se trata solo de detectar migrantes, sino de mapear patrones y conductas. De igual manera, se ha reportado que ICE trabaja con bases de datos comerciales para ampliar sus capacidades sin órdenes judiciales.











