Cuando el comercio electrónico parecía tener el terreno fértil para consolidarse como uno de los motores económicos más potentes en México, la piratería digital reapareció como un viejo enemigo con nuevas herramientas. No se trata solo de la descarga ilegal de productos, sino de un ecosistema creciente que afecta directamente a los canales formales de distribución, a las marcas emergentes y a la innovación nacional.
La Cámara de Comercio de Estados Unidos en México (AmCham) advirtió recientemente que el país ocupa el tercer lugar global en comercio electrónico con productos falsificados. Y aunque las cifras pueden sonar lejanas, sus efectos son inmediatos: pérdida de ingresos, erosión de confianza en plataformas digitales y un freno evidente a la inversión en tecnología y logística.
Comercio electrónico, blanco fácil sin regulación firme
El crecimiento acelerado del ecommerce en México con más de 70 millones de compradores digitales activos ha desbordado los marcos regulatorios actuales. Muchas plataformas aún no cuentan con protocolos sólidos para verificar autenticidad, mientras otras hacen la vista gorda ante proveedores sospechosos.
Además, hay una percepción social errónea: adquirir un producto pirata por internet se percibe como menos riesgoso que comprarlo en la calle. Esta dinámica empuja a emprendedores formales a competir con precios artificialmente bajos, erosionando márgenes y debilitando la propuesta de valor original.
AmCham México propone soluciones claras: plataformas más responsables, vigilancia aduanera reforzada y actualización legislativa. Pero el cambio real requiere un frente conjunto entre sector privado, startups tecnológicas y autoridades.
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