A medida que se acercan las fiestas, los consumidores mexicanos enfrentan un terreno pantanoso: inflación persistente, aumento de demanda y posibles abusos de precios. Frente a este panorama, la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) retoma una estrategia que parecía archivada: el control de precios.
Este regreso no es una ocurrencia improvisada. Desde agosto, la Profeco intensificó su monitoreo de precios en supermercados y comercios locales, con operativos en todo el país. La idea es clara: evitar aumentos injustificados y proteger el poder adquisitivo de millones de hogares, justo en el momento de mayor consumo del año.
Control de precios: ¿cómo y dónde aplica?
El enfoque no es generalizado, sino quirúrgico. Las autoridades priorizan productos de alta demanda estacional como carne, frutas, bebidas alcohólicas y panadería, monitoreando especialmente supermercados y tiendas de conveniencia. Según la Profeco, se han identificado diferencias de hasta 25% en artículos similares entre establecimientos. Por eso, los operativos no solo revisan etiquetas y comparan precios, también incluyen sanciones cuando se detectan prácticas abusivas.
Además, se promueve el uso de herramientas como “Quién es quién en los precios” para fomentar decisiones de compra informadas. El llamado es doble: proteger al consumidor y empujar a los comercios a una competencia leal. Este enfoque, lejos de frenar el dinamismo comercial, busca crear un terreno más parejo.
Históricamente, los controles de precios en México han tenido resultados mixtos. Sin embargo, en el corto plazo, permiten reducir la especulación y brindar cierto alivio a los bolsillos. En un entorno donde la inflación general ronda el 4.3%, cualquier mecanismo de contención se vuelve relevante.
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