El pan de muerto dejó de ser un clásico predecible en Veracruz. En Nanchital, un joven emprendedor transformó este ícono gastronómico del Día de Muertos en una propuesta creativa, llena de color, sabor y simbolismo. Con rellenos inesperados y figuras personalizadas, su panadería artesanal no solo celebra la tradición mexicana, sino que la reinventa con inteligencia comercial y sentido artístico.
Desde agosto, Juan Carlos Culebro comenzó a hornear piezas con formas de calaveras, catrinas y otros elementos del imaginario festivo. Pero lo realmente rompedor fue incorporar rellenos como crema pastelera, cajeta, frutos rojos y chocolate, ajustándose a los gustos de una clientela que valora tanto la experiencia visual como el sabor.
Innovación local que inspira
Este emprendimiento nació en casa, con apoyo familiar, en un horno sencillo y con recetas propias. Sin inversión millonaria ni maquinaria industrial, el proyecto escaló gracias al boca a boca, una estrategia digital básica pero efectiva y la diferenciación de producto en un mercado saturado.
También destaca la capacidad de respuesta del joven panadero a la demanda: personaliza figuras, adapta sabores y mantiene precios accesibles. Su éxito no se mide solo en ventas, sino en el posicionamiento que ha logrado en redes sociales y en la comunidad.
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El pan de muerto relleno conquista el sur de Veracruz
Cada temporada de muertos, las panaderías compiten por destacar. En este caso, la clave ha sido romper esquemas sin perder autenticidad. Juan Carlos ha creado un producto que conecta con la emoción colectiva y que, al mismo tiempo, funciona como un lienzo para su creatividad emprendedora.
En Nanchital, la innovación no viene de Silicon Valley, sino del horno de una casa familiar. Y como dato adicional, la Cámara Nacional de la Industria Panificadora estima que durante esta temporada se venden más de 30 millones de piezas de pan de muerto en México.










