La historia navideña más vibrante del año no nació en el Polo Norte, sino en Ciudad Valles, San Luis Potosí. Lo que comenzó como un simple juego entre hermanos se convirtió en una microempresa estacional que hoy emociona a vecinos, inspira a emprendedores y marca un precedente en creatividad local.
En plena calle, justo frente a su casa, los niños Torres Ramírez decidieron montar un trineo con su papá disfrazado de Santa Claus. La idea era sencilla: crear una experiencia navideña para los niños del barrio. Sin embargo, la ejecución fue tan auténtica que atrajo a decenas de familias, motivó donaciones espontáneas y detonó un modelo de negocio sin fines de lucro, pero con impacto real.
Creatividad aplicada como modelo de comunidad
Lo interesante no fue solo el montaje. En menos de 48 horas, los niños ya habían optimizado la experiencia: sumaron un espacio para fotos, controlaron los tiempos de espera y ofrecieron mensajes personalizados de Santa, todo con aportaciones voluntarias. El barrio entero respondió con entusiasmo, algunos incluso apoyando con luces, villancicos o refrigerios.
Este modelo relámpago es un ejemplo contundente de cómo las ideas nacidas desde la empatía pueden escalar rápidamente si se ejecutan con visión. Además, revela un patrón creciente en comunidades mexicanas: el deseo de generar valor más allá del beneficio económico.
Al cierre del primer fin de semana de diciembre, la iniciativa ya había atendido a más de 250 personas. Y aunque no persigue ingresos, sí logró recursos suficientes para regalar juguetes en barrios vulnerables. Lo que nació como juego, terminó convirtiéndose en un generador de valor social y una lección temprana de emprendimiento con propósito.
