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Alejandro Martín, el emprendedor que se hizo millonario vendiendo tamales

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Alejandro Martín llegó a Nueva York en 2016 y vendía tamales en un carrito de supermercado a la salida del metro en el área de Queens.

En plena pandemia por el COVID-19, el emprendedor colombiano se dio a conocer por su gran labor y pasó de cinco empleados y ventas de 1,000 tamales por semana a tener su propio restaurante en la Gran Manzana.

Actualmente, La Tamalería Colombiana da empleo a 260 personas y vende 8,000 tamales semanales. Tiene presencia en 14 estados en EE.UU. con una red de 140 distribuidores que distribuyen el producto a 670 restaurantes.

También venden en línea. La Tamalería Colombiana cuenta con tres sucursales: Nueva York, Miami y Boston. La facturación anual rebasa los 2 millones de dólares (aproximadamente 34 millones de pesos).

Los medios de comunicación de Nueva York comenzaron a hablar de Alejandro Martín: “Es capaz de abrir nuevas oportunidades”. “Es un empresario colombiano que logró cautivar a los norteamericanos”. “Alejandro Martín logró crear un modelo de negocio con el que emplea a 260 personas”. “Es un colombiano que vendía tamales y hoy es millonario”. “Es un emprendedor que tiene como límite el universo”.

La receta

Alejandro Martín le pide a su mamá la receta de los tamales y con una inversión de 300 dólares (aproximadamente 5,100 pesos) inició La Tamalería Colombiana. Los primeros tamales le salieron muy caros. Debido a su inexperiencia desperdiciaba ingredientes. También era costoso conseguir las hojas de plátano para envolver los tamales.

Alejandro Martín preparaba los tamales cada vez mejor. Las ganancias las reinvertía. Consiguió importar las hojas de plátano desde una finca de Colombia y también los ingredientes a muy buen precio. Esto le permitió reducir los costos de producción. Luego, decidió importar de la India unos motocarros para vender su producto y fueron un éxito.

Así, este emprendedor que vendía en la calle nunca olvidará sus comienzos. Sufría las inclemencias del tiempo y el tener que estar a la intemperie sin ningún tipo de permiso y documentos. “No fue nada fácil”, recuerda.

Fuente: emprendedor.com

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